LAS HORAS MAS OSCURAS

LAS HORAS MAS OSCURAS (Darkest Hour). Reino Unido/Estados Unidos 2017. Director. Joe Wright. Guión: Anthony McCartem Fotografía: Bruno Delbonnel. Música: Dario Marianelli, Producción: Working Title Films Elenco: Gary Olsman, Ben Mendelsohn, Kristin Scott Thomas, Lily James, Stephen Dillane, Richard Lumsden, Philip Martin Brown, Ronald Pickup, Brian Pettifer, Tom Ashley.
Publicada originalmente el 9/2/18.

Ya se ha divulgado hasta el cansancio que Las horas más oscuras es, fundamentalmente, el show de Gary Oldman: su composición de Winston Leonard Spencer Churchill no consiste solamente en un esfuerzo de maquilladores y fabricantes de prótesis para cambiar el aspecto del actor y hacerlo parecerse al personaje. Eso solo ya sería una proeza (Oldman y Churchill no se parecen en nada, y lo que se ve en la pantalla convence), pero la película se permite ir más allá.
A diferencia de lo que ocurría con John Hurt en El hombre elefante (¿cómo diablos pudieron nominar al Oscar a alguien que simplemente desaparecía bajo kilos de maquillaje, y que solamente podía aportar una voz monocorde?)  o con Anthony Hopkins en Hitchcock, que no parecía interpretar sino estar disfrazado del “maestro del suspenso”, las modificaciones físicas impuestas a Oldman no le impiden la expresividad. El maquillado rostro del actor es capaz de traslucir emociones, y su expresión corporal no le va en zaga: el paso enérgico, los hombros ligeramente caídos hacia adelante, evocan sin esfuerzo al Churchill recordado por cualquiera que lo haya visto en documentales y noticieros. Hay un punto secundario de esa composición que Oldman no logra resolver del todo: su voz no suena como la del original, que por cierto era también muy inconfundible.

Si la película fuera solamente el lujoso estuche que preserva una composición mayor, con solo ello estaría ya justificando, de alguna manera, su existencia. PeroLas  horas más oscuras exhibe algunos méritos adicionales. No se le pida, por cierto, ser una obra maestra. El Reino Unido expulsa a sus genios del cine (Chaplin y Hitchcock hicieron, en un caso toda su obra, en el otro la principal, en Hollywood) y solo tolera a los cineastas del “todo correcto”. Joe Wright, que había dirigido entre otras cosas una atendible versión de Orgullo y prejuicio, y una Anna Karenina inevitablemente insatisfactoria (no se puede filmar a Tolstoi) pero que tenía, con sus juegos de “ficción dentro de la ficción”, una  dosis de creatividad que la  Academia ignoró para nominar en su lugar a la insoportable Los miserables, se ubica en ese espacio. Su película es cabalmente british: bien escrita, sólidamente actuada, clásica y sin genio.

Cumple su propósito, sin embargo, que no es proporcionar una biopic de Churchill, sino un retrato concentrado de ese mes crucial que se desarrolló entre el nombramiento del personaje como Primer Ministro (mayo de 1940) hasta la retirada de Dunkerque y la tensa espera del comienzo de la batalla de Inglaterra. Obviamente es una película “churchilliana”, pero los libretistas han tenido el buen criterio de no empujar el retrato positivo del personaje hasta niveles de hagiografía. Al principio colocan adecuadamente en labios de algún personaje secundario la lista de reparos que habría que hacerle (sus vaivenes políticos de liberal a conservador, su fracaso como Primer Lord del Almirantazgo en la Primera Guerra Mundial, la rigidez de sus posturas sobre Irlanda y la India), para señalar luego su “rasgo redentor”: tuvo razón con respecto a Hitler. En ese momento el rey Jorge comenta, un tanto despectivamente: “hasta un reloj parado acierta dos veces por día”. A partir de ahí, la película se extiende en un examen de intrigas políticas, los esfuerzos por sacárselo de encima de los partidarios de negociar con Hitler, las dudas del propio personaje hasta que finalmente toma una decisión. Habría que consultar con historiadores acerca de la precisión de algunos detalles (¿el diálogo con el pueblo en el subte es un hecho real, o una licencia poética de los libretistas para ayudar al arco dramático del personaje?), pero el conjunto no parece alejarse demasiado de la realidad, y en todo caso resulta dramáticamente convincente en la pantalla.

Hace más de 68 años que veo películas, escribo sobre ellas hace más de 50.

Autor: Guillermo Zapiola

Hace más de 68 años que veo películas, escribo sobre ellas hace más de 50.

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