HABIA UNA VEZ EN HOLLYWOOD

HABIA UNA VEZ EN HOLLYWOOD (Once Upon a Time in… Hollywood). Estados Unidos 2019. Director: Quentin Tarantino. Guión: Quentin Tarantino. Fotografía: Robert Richardson. Producción: Sony Pictures Entertainment (SPE)/Heyday Films/Visiona Romantica. Elenco: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Timothy Olyphant, Michael Madsen, Tim Roth, Zoe Bell, Damian Lewis, Dakota Fanning, Luke Perry, Emile Hirsch.
Publicada el 1/8/2019.

Es gracioso. Un usuario de una conocida página web local protestó hace poco por el título castellano de Había una vez en Hollywood, argumentando que se trataba de una mala traducción del original y que le daba a la película, equivocadamente, una falsa aureola de cuento de hadas. En esa afirmación hay dos errores al hilo. En primer lugar, el título castellano es una traducción literal o casi de Once Upon a Time in Hollywood, un título que efectivamente remite a los cuentos para niños. En segundo, para su muy particular director Quentin Tarantino implica un homenaje al cineasta que más admira, Sergio Leone, dos cuyas películas se llamaron, respectivamente Erase una vez en el Oeste (C’era una volta il West u Once Upon a Time in the West, 1969) y Erase una vez en América (C’era una volta in America u Once Upon a Time in America, 1984). Once Upon a Time in Hollywood bien pudo titularse igualmente Erase una vez en Hollywood, excepto porque ya existe una espléndida serie antológica de musicales de la Metro así llamada.

Olvidémonos del título. Estamos ante una película de Quentin Tarantino, y hay que aceptar el pacto de que ciertas cosas son de cierta manera, aunque en el mundo real puedan haber sido de otra. Hay datos tomados del mundo real, claro. La acción transcurre entre febrero y agosto de 1969, y a lo largo de la película circulan personajes auténticos como el director Roman Polanski, su asesinada esposa Sharon Tate, la familia Manson que cometió ese y otros asesinatos, Steve McQueen, el actor y director de cine y teatro Sam Wanamaker. Pero en su centro hay dos personajes ficticios, un actor de westerns en decadencia (Leonardo Di Caprio) y su doble de riesgo (Brad Pitt), lo que convierte una zona de la película en una buddy movie (“película de compañeros”). Una parte del asunto sigue a Tate en sus idas y venidas a través de Hollywood y la lleva a un cine para verse a sí misma en Las demoledoras (la cuarta película de la serie del agente secreto Matt Helm interpretado por Dean Martin, 1968), mientras Di Caprio intenta revivir su agónica carrera aceptando papeles de “invitado especial” en series donde ya no es el héroe sino el villano, y hasta trasladándose a Italia para actuar en un puñado de películas de tercera categoría. La historia del actor y su doble y la de Tate y amigos se cruzan al final, en un giro sorprendente que es probablemente la mejor idea de la película y la levanta un par de puntos (o más) de la medianía que había sido hasta entonces.

No corresponde en una nota como esta revelar ese final, que es uno de los mejores que Tarantino haya filmado hasta la fecha, pero hay que decir que antes de llegar a él la película tropieza de a ratos, se dispersa en episodios secundarios y se alarga en exceso. No hay que preocuparse demasiado, sin embargo, porque Tarantino es lo suficientemente buen narrador como para que ello no pese demasiado (la película dura más de dos horas y media y no se nota), y porque intermitentemente hay episodios intensos u oscuramente humorísticos que mantienen la atención. También, por supuesto, un abrumador despliegue de cinefilia, versión Tarantino, es decir un montón de citas de películas de tercera o cuarta categoría que solo él y unos pocos aficionados al cine bizarro recuerdan, mientras ignora prácticamente todo el cine valioso que se hizo en los años sesenta.

Que en una película ambientada en 1969 no haya ninguna mención a Perdidos en la noche y solo una, lateral, a Dennis Hopper, pero en cambio se recuerde minuciosamente a series de TV baratas (FBI, Mannix) o a los cineastas europeos que confeccionaban los spaghetti y los paella westerns (Sergio Corbucci; Calvin Jackson Padget, de quien se señala correctamente que su verdadero nombre era Giorgio Ferroni; Joaquín Romero Marchent; Antonio Margheritti) es toda una declaración de principios. Entonces tiene sentido que la única película norteamericana de gran producción de la época que se menciona sea El gran escape: no cuesta mucho advertir que el personaje de Di Caprio es una versión decadente de Steve McQueen. Como él, empezó actuando en una serie western de televisión donde interpretaba a un cazador de recompensas (McQueen en Randall el justiciero, Di Caprio en algo llamado La recompensa), y en algún momento se ve a DiCaprio ensayando el papel de El gran escape que en definitivamente le adjudicaron a McQueen. Un cínico podría pensar que Hollywood contrató a McQueen y no a DiCaprio porque era más barato: Steve interpretaba sus propias escenas de riesgo. Sin ser lo mejor de Tarantino, la película implica una mejora con respecto a su inmediatamente anterior Los ocho más odiados, y justifica algunas pifias intermedias con un final de antología.

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Hace más de 68 años que veo películas, escribo sobre ellas hace más de 50.

Autor: Guillermo Zapiola

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