TERCIOPELO AZUL

TERCIOPELO AZUL (Blue Velvet). Estados Unidos 1986. Dirección: David Lynch. Guión: David Lynch. Fotografía: Frederick Elmes. Música: Angelo Baladamenti. Producciín: De Laurentiis Entretainment Group. Elenco: Kyile MacLachlan, Isabella Rossellini, Dennis Hopper, Laura Dern, Hope Lange, Dean Stockwell.
Publicado originalmente el 29/5/1988.

Las primeras imágenes proponen una visión casi idílica de su pueblito maderero, un aparentemente tranquilo rincón de Norteamérica donde una mujer mira televisión mientras un anciano riega las plantas de si jardín; el ataque que ese hombre sufre inesperadamente introduce de pronto, sin embargo una nota ominosa. Mientras el chorro de agua de la manguera salpica enloquecidamente en cualquier dirección, la cámara se desvía y desciende, descubriendo a las hormigas que se agitan en medio del pasto, y que las proporciones de la pantalla hacen crecer hasta dimensiones descomunales y amenazadoras. La secuencia resume insuperablemente el sentido de la ambigüedad que recorre esta realización de David Lynch, que se introduce en regiones oscuras de la condición humana, opera con la lógica del sueño o la pesadilla, y revela rasgos de perversidad o corrupción que contrastan violentamente con una superficie de tarjeta postal.
Cuando el hijo (Kyile MacLachlan) del hombre que sufriera el ataque retorna del hospital, encuentra una oreja humana caída en el suelo, piensa que pueda tratarse de una evidencia de asesinato y se tropieza con la pasividad policial, da comienzo una investigación personal que es también una forma de descenso a los varios círculos del infierno.

El rompecabezas de secuestro, degradación sexual y tráfico de drogas que empieza a recomponerse ante sus ojos no pasa de ser, en realidad, un mero pretexto, y sería un error craso creer que Lynch se interesa primordialmente por la resolución de ese enigma. Una fascinación por lo extraño, lo monstruoso y lo pesadillesco había sido, probadamente, el rasgo más significativo de la obra previa de Lynch, desde su inicial Eraserhead (verdadero “film de culto” sobre bebé mutante que ejerce extraños poderes sobre sus padres, y que demoró en estrenarse en el Uruguay aunque había recibido varios elogios en el extranjero) hasta El hombre elefante y Dune, donde el innegable talento del realizador para las imágenes bizarras sobrevivía de a ratos entre endebleces conceptuales y dramáticas. Esta vez, empero, Lynch no apela a la justificación histórica (la deformidad física de John Merrick) o genérica (el bestiario de la ciencia ficción) para desencadenar sus pesadillas. La monstruosidad no es aquí física sino moral, y se instala en una borrosa frontera donde se confunden el Bien y el Mal, el afán por esclarecer un delito horrendo y ayudar a una víctima con la curiosidad morbosa por sus anormalidades de conducta. “¿Quién eres tú, un detective o un pervertido?”, le pregunta en determinado momento al protagonista su rubia colaboradora y probable enamorada y el joven queda sin respuesta. Como en La ventana indiscreta de Hitchcock (película que no en vano admira Lynch), el espectador es colocado en la incómoda posición del voyeur que contempla a otro voyeur cuya conducta provoca, sin embargo, resultados admirables (James Stewart resolvía un asesinato y evitaba un suicidio, gracias al hecho de espiar a sus vecinos), y el juego de ambigüedades se prolonga en varias otras instancias: la mezcla de atracción y repulsa que ejerce el personaje de Isabella Rossellini, la escición que MacLachlan experimenta entre las dos mujeres (La rubia que representa la normalidad burguesa mientras la otra es la fascinación de los oscuro y pecaminoso), hasta el final donde un aparente happy end es inquietantemente contradicho por la imagen del pájaro que aprieta en su pico el cadáver de un insecto.

“Este es un mundo extraño”, repiten varios personajes a lo largo de la película. Para demostrarlo, Lynch construye un relato que solo aparentemente participa de las reglas del juego del cine policial de serie negra, y más ampliamente de las de todo un cine “de géneros”, con su diálogo deliberadamente lugarcomunero, sus estallidos de violencia y amenaza, sus vueltas de tuerca y sus persecuciones en automóvil. La inspiración más profunda de Terciopelo azul proviene en cambio del surrealismo, con su liberación de los impulsos del inconsciente (hay todo un costado edípico en el asunto: Rossellini como madre sustituta a la que MacLachlan posee tras enfrentar al padre vicario Dennis Hopper) y su guasto por sus imágenes sorprendentes (una cortina de terciopelo que se agita inquietantemente, el descubrimiento de los cadáveres en el departamento). Para ello Lynch cuenta con el respaldo de varios colaboradores talentosos, desde el fotógrafo Frederick Elmes hasta la diseñadora de producción Patricia Norris y el músico Angelo Badalamenti, que contribuyen a la creación de la atmósfera espesa y nocturna que domina en buena parte de la película. Todo es un artificio, claro, y mucho espectador puede elegir quedarse afuera. Quien acepte entrar puede participar, en cambio, en una de las experiencias cinematográficas más singulares del año.

Hace más de 68 años que veo películas, escribo sobre ellas hace más de 50.

Autor: Guillermo Zapiola

Hace más de 68 años que veo películas, escribo sobre ellas hace más de 50.

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